Por Marcelo Sgalia (Prensa del Club Parque Sur).
Volvieron una tarde. Al club. A los amigos. Al barrio. Y lo merecen los gurises por lo que se bancaron. Volvieron una tarde a sentirse acariciados por el silencio de un estadio que todavía no entiende su larga soledad. Desde lo alto del Gigante bajó la emoción de una cancha que los estaba esperando. Las veredas volvieron a ser pisadas por la alegría de sus risas. Los cuidados de los profes hicieron eco en las tribunas y sus indicaciones caminaron el estadio.
La cancha les preparó su lugar. Volvieron a picar una pelota en el lugar que extrañan, ahí donde son felices por la sencilla magia de jugar. Y cuando la costumbre de ir al club se pierde por un rato largo, quizás la pandemia les haya enseñado a quererlo más.
Este regreso, paulatino, con protocolos de higiene y seguridad y lejos de lo que vivimos tanto tiempo como normalidad, fue distinto. Ellos saben lo de las botellitas personales, la distancia y el respeto con el otro, que cuidarse es cuidar a los demás, las manos bañadas en alcohol y los barbijos son parte de ir a la cancha, como la remera y el pantalón. Es lo que les tocó jugar este año.
Este viernes, en tres grupos de 12 chicos cada uno, el minibásquet masculino de Parque Sur volvió al Gigante. Todavía con los aros de espectadores. Pero volvieron. Eso vale, lo dijeron sus caras y es la noticia. La próxima semana será el turno del minibásquet femenino del club. Las gurisas completarán el regreso del básquet de Parque Sur, siempre con entrenamientos reducidos y por lógicas distancias de la pandemia.
Faltaban ellos en el estadio ya que hace un par de semanas las categorías intermedias (varones y mujeres) tomaron la posta en este cuidado regreso a la actividad.
Es un comienzo. Es una vuelta a un lugar donde sonríen y juegan. Claro que es una buena noticia, en los tiempos que andamos.