Por Pablo Méndez
Hay una numerología de bolsillo que gobierna estas líneas. El número tres impone el orden del mundo, piensa el reseñador mientras escribe. Y continúa: toda trilogía no es otra cosa más que el cascarón narrativo donde el universo se teje. Por eso, Claudia Aboaf, autora de El ojo y la flor (Alfaguara, 2019), llega hacia el final del recorrido que se inició con Pichonas (Notanpüan, 2014) y El rey del agua (Alfaguara, 2016).
El escenario apocalíptico, la tecnología mezclada con la naturaleza, el capitalismo en pleno rastrillaje de su exacerbación, nos encuadra la historia dentro de la estructura de una distopía que solo funciona como excusa. El aspecto que enlaza los tres libros es la tensión vincular de dos hermanas, Juana y Andrea, tan disímiles entre sí, tan apologéticas de sus propias diferencias. Entonces el libro, y en cierto modo la trilogía, pone de manifiesto dos esferas: la universalidad metafórica de un poder que rasga las libertades y se apodera de los recursos, por un lado; el entramado emocional desde la individualidad de una familia partida por la historia de las circunstancias.
El reencuentro de las dos hermanas como una forma de redención mientras el mundo se debate en derrumbarse o en amplificar la belleza del detalle imperceptible. Ambas se hospedan en las heridas imborrables del pasado; una impertérrita en una cicatriz sin fondo, otra en fuga constante. Y la sequía, como lazo entre el contexto que las embarga y la aridez sentimental de su propia historia. La prosa conversa de la autora mitiga el argumento de hechos y datos con ramalazos de una poética construida con imágenes únicas, nunca antes leídas, dispuestas como minas de impacto directo a lo largo del texto. Una metáfora cada mil palabras pareciera ser la estrategia narrativa de una metralla literaria que no se agota en la primer ráfaga. Claudia Aboaf, con este tercer libro, entra en el desafío de despojarse de las hermanas y saber que la tarea está cumplida.
Gran conocedora de los afluentes que escenifican el argumento, la autora y condensa la energía de su militancia en un texto poderoso y divergente, más allá de la dureza del género solo tomado como punto de partida o como mero soporte narrativo.
Fuente: www.solotempestad.com