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Las peculiaridades del membrillo

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Pariente menos glamoroso de las peras y las manzanas, el membrillo es una de las frutas con menos marketing.

Su olor es dulzón, próximo al ananá, pero más hogareño, un aroma seductor que grita otoño, invierno.Cuando se lo come crudo, su pulpa es dura, ácida. Pero cuando se lo cocina, se vuelve un manjar.

Probablemente, la mayoría conoce el dulce de membrillo -de color rojizo, amarronado- y no tanto las peculiaridades de la fruta originaria del Cáucaso y el norte de Persia y Turkmenistán, donde se domesticó y desde donde se extendió a través de antiguas arterias comerciales.

En la antigua Grecia, las novias masticaban un trozo de membrillo para respirar un dulce aliento antes de entrar en la cámara nupcial. Y en Roma -donde lo conocían como melimelum- se le obsequiaba a los novios como símbolo de buena suerte y fertilidad.

Durante la Edad Media, fueron considerados como protección contra plagas en general y la Peste Negra.Y en la Inglaterra de los Tudor se lo empleaba como afrodisíaco y, a menudo, para fomentar la fertilidad.

El explorador Vasco da Gama llevaba a bordo de sus barcos cajas de conservas de de membrillo o ‘marmelada’ -recibe su nombre de la palabra portuguesa para membrillo, marmelo-, con la esperanza de que la pasta dulce evitara el escorbuto.

Con el tiempo la palabra marmelada se convirtió en mermelada y pasó a designar conserva elaborada con cualquier fruta cocida y azúcar, independizándose de una vez para siempre del tan extraño y dulce membrillo.

Para principios del siglo XX, los membrillos habían perdido mucho de su encanto y misterio. Y su historia parece haber pasado al olvido.

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