La Batalla de Tucumán tuvo lugar entre el 24 y el 25 de septiembre de 1812 en las inmediaciones de San Miguel de Tucumán, durante la Guerra de la Independencia.El Ejército del Norte, al mando del General Manuel Belgrano, derrotó a las tropas realistas, que lo doblaban en número, deteniendo el avance de los leales a España sobre el noroeste argentino. Junto con la batalla de Salta, que tuvo lugar el 20 de febrero de 1813, el triunfo de Tucumán permitió a los rioplatenses o argentinos confirmar los límites de la región bajo su control.En noviembre de 1811, Manuel Belgrano fue nombrado Jefe de Regimiento Nº 1 de Patricios. En enero de 1812 fue enviado a proteger las costas del Paraná de los españoles. Allí, enarboló por primera vez la bandera nacional (el 27 de febrero de 1812). Ese mismo día, el Gobierno le encargó la jefatura del Ejército del Norte. El 25 de mayo de 1812 en Jujuy instaló el cuartel general y, en celebración del aniversario de la Revolución, hizo bendecir la bandera.Al observar que era imposible resistir el avance realista, inició el 23 de agosto de 1812 el Éxodo Jujeño, es decir, la retirada hacia Tucumán (los habitantes de Jujuy y de Salta abandonan sus hogares y arrasan todo a su paso, dejando a los realistas sin víveres). Luego, el Gobierno le pidió que fuera a Córdoba pero él se mantuvo en Tucumán y allí venció a los realistas.La batalla de Tucumán, dada en el campo de Las Carreras, fue la más nacional de todas las que se libraron en la guerra de la Independencia. Ahí estuvieron todos “los pueblos” de la convocatoria de Mayo: el escuadrón “Decididos” de Jujuy, la caballería salteña con la jefatura de Moldes, las milicias tucumanas reunidas por Bernabé Aráoz, los restos de los regimientos porteños, la compañía catamarqueña conducida por Bernardino Ahumada y Barros, y el guerrillero altoperuano Manuel Ascensio Padilla con sus jinetes que formaron la escolta de Belgrano.Tucumán fue la batalla de la unión nacional. El ejército popular salvó a la Revolución, y por sus resultados sólo es comparable con Maipú y Boyacá, que definieron la suerte de otros países americanos.