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Ensayo sobre el Palacio “San José”

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Por Luis Salvarezza

            A través de este breve ensayo intentamos mostrar el Palacio “San José” a través de diferentes versiones poéticas; predominantemente de autores entrerrianos.

           Expresa Eufemio F. Muñoz en el “Soneto a Urquiza”, publicado en la Revista “Nativa” Nº 325 del 30.01.1951: “Los olivos de Villa San José/ forman en los laureles de Caseros,/ digno marco a la gloria del que fue/ hombre de orden, en tiempo de guerreros” ; versos que convierten al Palacio en el escenario ideológico (“de orden”) de la actividad de Urquiza. Afirmación que coincide con lo que expresa Francisco Clodomiro Cordero y Urquiza, al concebir al palacio en el poema homónimo, como “… refugio de ideas y estrategias”.

           La despectiva y harto conocida metaforización de “guarida del tigre de Montiel”  puede releerse de otra forma si se la asocia con lo manifestado, es decir dándole una connotación positiva como la que ofrecen  estos versos del poema “¡Justo José de Urquiza!”, publicado en la Revista “Urquiza” Nº 14 del 28.07.1929, de Enrique Martínez Urquiza: “¡Justo José de Urquiza! Oh entrerriano/ De sangre hirviente y formidable empuje;/ Que supiste rendir a aquel tirano/ con la saña del tigre americano/ Que estremece la selva cuando ruge!”.

           El poeta Delio Panizza  en 1924 a través de trece décimas tituladas “San José” nos ofrece una descripción  de esta residencia;  leídas  en dicho palacio e impresas  con motivo de la Recepción y Homenaje a los Marinos de la Fragata “Presidente Sarmiento” el 2 de Diciembre de 1938, antes habían sido incluidas en su libro “De Tierra Adentro” (1926) y dedicadas al poeta Antonio Lamberti; en las primeras décimas se detiene en  la imagen arquitectónica de la palaciega residencia y al igual que Garat en su soneto, metafóricamente  siente que es posible  concebirlo como: “…la sombra de don Justo/ cernida sobre el paisaje!”. Imagen o idealización que repite en la tercera  décima y reitera al final: “Al verlo erguirse imponente/ (…) cree verse de repente,/ soberbio, altivo, sencillo,/ el espectro del caudillo…”. 

            Damián P. Garat en el soneto “San José”, dedicado a Martiniano Leguizamón e incluido en su obra póstuma titulada “Poesías” (1929), más allá de reconocer que en esa residencia hay: “en cada herraje un párrafo de historia,/ una épica leyenda en cada piedra”, se detiene también en el lugar de su muerte: “Y al penetrar en el recinto aciago/ de la feral tragedia, en religiosa/ capilla convertido, y donde un vago// perfume flota del ayer augusto,/ parece que se alzara esplendorosa/ la sombra formidable de Don Justo”. 

           Garat siente que en ese recinto los límites entre el ayer y el hoy se borraran y mágicamente se alzara la sombra de Urquiza. 

           Panizza inicialmente compara sus torres con “dos águilas altaneras”, después de la tragedia son  “como dos brazos de gloria” y finalmente, como “índices severos”; las que empinadas más que aletear “tiemblan de rudo coraje” y se dejan ver  desde la lejanía y pueblan de misterio el espeso paisaje montielero. Luego y viéndolo como un todo,  lo metaforiza o carga de significación a través del adjetivo pospuesto: “Viejo castillo feudal/ que en el haber de su historia/ tiene el brochazo de gloria/ de la unidad nacional”.  Metáfora que se corresponde  cuando en la octava décima expresa: “¡…tapial de nuestra edad media!”. Expresiones que coinciden con las del texto “San José” de Enrique Mouliá, incluido en su obra “Entre Ríos” (Tierra pródiga y bravía, 1952): “Sus dos miradores se proyectan sobre el ámbito agreste como las torres de los castillos feudales./ Allí está “San José”, el palacio de Urquiza, enclavado en la región montielera”.

           Francisco Clodomiro Cordero y Urquiza en su poema “El Palacio”, publicado en la Revista “Camafeos” Nº 7 del año 1911, también se detiene en las torres, las que a lo lejos “se abren como rosas” y en la proximidad lucen “como dos lanzas misteriosas”. Luego lo muestra como una “joya italiana”; apuntando a su belleza y estilo. Circunstancia por la que nombrará “orfebres” a J. Dellepiane y P. Fosatti,  sus constructores, los que “hilvanaron su  piedra y su  oro”.

          Similares apreciaciones son las que nos ofrecen Reynaldo Ros y Enrique Mouliá: el primero lo nombra “reliquia”  y el segundo,  “reliquia arquitectónica”, “antigua heredad”,  “suntuosa mansión”, “trasplante europeo en la tierra pródiga y bravía”. 

         “Perdido”,  expresa Delio Panizza, en ese ámbito que cubre “con sus lianas / sus proezas y bravuras”, es para sus diferentes moradores  “mudo y altivo testigo” o “abrigo” o “Viejo caserón…”, “mojón de nuestra organización”, “arca de cuantiosa gloria,/ como un laurel de victoria”… Y otras…,  para su dueño, “fortaleza” o “un nido de ilusión/ que meció su corazón”. 

         Apreciaciones que Reynaldo Ros en su poema “El Palacio San José”, incluido en la obra “Islas en la Lluvia”, 1990,  resume expresando: “Late adentro la epopeya/ de un corazón de provincia”.                                                                            

         Y a través de dicho poema nos guía por el Palacio. Inicialmente se detiene en el Jardín Francés y el friso de la fachada principal donde se reproducen motivos clásicos: “Su pavimento de piedra,/ columnas dóricas pisan/ y en cincuenta y cuatro emblemas/ el friso su gloria afirma”. 

         Continúa con su vegetación, con sus jardines, “sus parrales de esmeralda en galería”, con sus patios:“Bajo sus torres, son parques/ y son jardines que irisan/ de toda flor el camino…”. Se detiene en su ornamentación, sus “fuentes y aljibes” o esos “cuatro grandes (que) se dan cita”;  los bustos en mármol de carrara de Alejandro Magno, Napoleón, Julio César y Hernán Cortés”; o “las copas de mármol (que) dedica/ la gratitud de Dolores”. Y hace referencia al escultor entrerriano León Sola, becado por Urquiza para realizar estudios en Italia y autor de la muchacha con guitarra que adorna uno de los jardines: “Ya Sola entrega al ambiente/ gráciles sus estatuillas”.                                                

        “Y en primor arquitectónico,/ se le anexa la Capilla,/ alhajero de las almas/ que en la fe se purifican”. Dice “se le anexa” pues su construcción es posterior al palacio, iniciada en 1857 e inaugurada dos años más tarde; luego hace referencia a la pila bautismal de  mármol de carrara que fuera embarcada en Génova el 2 de julio de 1857 y de la que el vaticano conserva una igual: “De las dos que hay en el mundo,/ de carrara es una Pila/ Bautismal que al templo/ donó Pío IX”  y finalmente se detiene en las expresiones  de Juan Manuel Blanes y las de los ebanistas José Clusellas y Pedro García: “En su cúpula celeste,/ arcos de estrellas rutilan/ púlpitos se alzan y arcángeles/ entre iniciales artísticas;/ en tanto que, Niño en brazos,/ San José muy dulce mira;/ y ante ellos, sosteniendo/ tallas en maderas finas,/ las cariátides de bronce/ su testa pagana humillan”.

         Dice Enrique Mouliá: “Fue el hogar de un caudillo, que tuvo señorío criollo y supo gustar, junto con los halagos de la opulencia, las emociones del arte”. Y agrega: “Fue allí, al amparo generoso del caudillo, que despertó el genio de Blanes, el eximio pintor criollo” (7).  Juan Manuel Blanes (1830-1901), encontró en el naturalismo idealizante, de tendencia romántica, la forma de expresión que lo caracterizó; abocándose a la realización de retratos e incursionando en la pintura histórica.

         Francisco Clodomiro Cordero y Urquiza en su poema “El Palacio” lo nombra junto a “Fosatti, Clusellas, García y González” enjoyando “la bella capilla en sagrado espacio”.                                                                                                          

Sala de los espejos

       El palacio  se personifica, “vio la guerra y la paz” y “valiente y sañudo,/ caer al general/ bajo el golpe del puñal/ traicionero y asesino/ que tronchó en pleno camino/ una gloria nacional”(Delio Panizza).

       Como podemos comprobar esa luminosa construcción dice de las sombras de aquel 11 de Abril de 1870, agreguemos la décima que precisa ese instante: “Bárbaros! cuando a la luz/ de la tarde mortecina,/ entró la turba asesina/ para clavarle su cruz,/ entre el nocturno capuz/ se alzaron, alentadoras,/ sus dos torres avizoras/ como dos brazos de gloria/ para imponer a la historia/ sus sanciones vengadoras!” (D. P.).

       En su soneto “Evocación” Delio Panizza expresa: “Justo José de Urquiza grita el viento del monte/ (…), repiten los bajíos;/ (…) Y su sangre, manando de la horrenda tragedia,/ Se coagula en las torres de su viejo castillo/ Se esparce por la patria sembrando libertades/ Y borra de la historia la palabra ‘Caudillo” .

       Enrique Mouliá hace referencia a la muerte: “La tragedia no podía estar ausente./ Toda historia de esplendor y señorío aparece eclipsada/ por sombras de opresión y de injusticia,/ con su secuela de crimen y castigo./ Ahí está todavía la estela trágica de la noche del 11 de Abril de 1870…” .

       A propósito de “esa estela trágica” citamos el soneto “Palacio San José” de Juan Manuel Alfaro  (1955) publicado en la Revista “Borrón y Cuenta Nueva” (Año I, N° 1, C. del Uruguay, E.R., Enero/Febrero de 1998, p. 12) en la que establece una antítesis que tiene reminiscencias borgeanas, pues está sostenida por lo lúdico y presenta como irreal lo real y viceversa.  Por eso a través de una enumeración metafórica nos lo muestra como “Un espejismo/que atravesó los mares y la historia. /Un perenne artificio. La ilusoria/  visión de un General. / El egoísmo/ o la compleja vanidad de un hombre/ que concibió el espléndido escenario/ para su eternidad, y el temerario/ puñal de la traición sobre su nombre.”

       Más allá de concebirlo como un “espejismo o artificio” que se sostiene en el “egoísmo o la vanidad” hace del palacio una paradoja, siendo pretendido sinónimo de eternidad fue la muerte o “el temerario puñal de la traición sobre su nombre”. El inicio del poema, “Sigue siendo irreal”,  es reforzado al comienzo del primer terceto con la afirmación: “Nada es real”: “…Ni el lago, ni la alfombra/ de rosas que a Sarmiento recibiera,/ ni la sala de espejos, ni la sombra/ de un fugaz centinela de ceniza”. Para  finalizar: “Sólo una cosa, acaso, es verdadera:/ una mancha de sangre: la de Urquiza”. 

       Y otra vez la ambivalencia, como cosa, la mancha de sangre que vemos no es verdadera, sino pintada.

        Para finalizar transcribimos los siguientes versos de Estela Paredes en “Réquiem al General Justo José de Urquiza”, publicados en la Revista “El Mirador” Nº 11 de 1996, quien desde la distancia manifiesta: “Me envuelvo en lágrimas cuando pienso/ y siento en carne propia los cinco tajos / decisivos./ Cierro los ojos porque no quiero ver/ esa rosa de sangre en tu mejilla./ Duele./ Duele y mucho, caminar por tu casa,/ por tus patios; demorar la mirada en el sillón/ en que solías buscar la soledad/ para dialogar con el atardecer” y agrega: “Mi general de Caseros, déjame que sea el viento/ y como un eco repita hacia lo alto del cielo:/ ¡Urquiza no está muerto!/ ¡Urquiza no está muerto!…/ Vinieron a asesinarlo y se olvidaron,/ que la memoria es un fuego perenne/  que ilumina el alma y el pensamiento/ y se eterniza en la sangre/ y es un puñal más profundo/ que graba a hierro/ lo que a hierro, borrar quisieron” .

1). MUÑOZ, EUFEMIO; “SONETO A URQUIZA”, 

2). CORDERO Y URQUIZA, FRANCISCO CLODOMIRO; “EL PALACIO”

3). MARTÍNEZ URQUIZA, ENRIQUE;

4). CORDERO Y URQUIZA, FRANCISCO CLODOMIRO;

5). ROS, REYNALDO; “EL PALACIO SAN JOSÉ” de “ISLAS EN LA LLUVIA”, Eduner, E.R., 1990.-

6). MOULIÁ, ENRIQUE; “SAN JOSÉ” de “ENTRE RÍOS (Tierra Pródiga Y Bravía), Editorial Heroica, Argentina, 1952.-

7). MOULIÁ, ENRIQUE; ibídem.

8). CORDERO Y URQUIZA, FRANCISCO CLODOMIRO; ibídem.

9). PANIZZA, DELIO;

10). PANIZZA, DELIO;

1l). PANIZZA, DELIO; “EVOCACIÓN”, Revista “La Voz del Histórico” N° 2, C. del U., E.R., Mayo de 1956, p. 2.-

12). MOULIÁ ENRIQUE; ibídem.

13).PAREDES, ESTELA; “REQUIEM AL GENERAL JUSTO JOSÉ DE URQUIZA”, Revista “El Mirador” N° 11, C. del U., E.R., 1996, p. 59-61.

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