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“Desnudo masculino” de Luis Salvarezza

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A este desnudo que no tenía título
lo vestí
titulándolo:
“desnudo nací, desnudo amé y desnudo moriré”.

El que no quiera verlo que no lo mire.

Si la desnudez femenina es obra de Dios como explicó William Blake:
¿a qué infierno le debemos nuestra desnudez?

La desnudez física abre como una llave
de par en par
la puerta de la desnudez psicológica.
Desenjaula el fantasma del miedo
y deja caer la hipócrita máscara del pudor,
que a veces, muchas veces, por la culpa, la grandísima culpa,
es reprimido envoltorio o ropaje.

El hombre desnudo vuelve al hombre, marca fronteras, celestes, reales, simbólicas…

No es el hombre desnudo de Derlis,
ni el de Egon Schiele que chapalea en su miseria,
es un dibujo de Julio Martínez Howard
que se salvó de otro infierno
y ahora corre, corre, corre a vestirse o a completarse con otra desnudez,
la que lo aproximará a Dios.

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